23 julio 2013

Competitividad y volatilidad electoral en Brasil y Venezuela. Un aporte al estudio de la (des)institucionalización de sistemas de partidos.

Seguimos retomando discusiones. En el post anterior nos insmicuimos en la agenda sobre institucionalización de sistema de partidos en América Latina. Ahora continuamos con el mismo trabajo, pero nos centramos en Brasil y Venezuela. El original de este post fue publicado en Revista Espacios Políticos N° 9 (ISSN: 1853-807X).
Ambos (el anterior que sufrieron y este que estan por hacerlo) se desprenden de un trabajo presentado en el #XICongresoSAAP bajo el nombre "Reconstructing the building. Volatilidad, competitividad electoral e institucionalización de sistemas de partidos en América Latina". 


Competitividad y volatilidad electoral en Brasil y Venezuela. Un aporte al estudio de la (des)institucionalización de sistemas de partidos.

Facundo Cruz (CONICET-UBA-USAL)[1]

El estudio de la (des)institucionalización de los sistemas partidarios latinoamericanos hizo pie con fuerza a mediados y finales de los ’90 con una serie de estudios que marcaron una interesante agenda de investigación. Desde el trabajo seminal de Mainwaring y Scully (1995) se dio inicio a una serie de trabajos que ampliaron y profundizaron el estudio de los sistemas partidarios en las democracias menos desarrolladas (Randall y Svåsand, 2002; Mainwaring y Torcal, 2005; Payne, 2006; Mainwaring y Zoco, 2007; Basedau y Stroh, 2008; Campello, 2008; Luna, 2009).

Sin embargo, es escaso el consenso alcanzado en torno a qué es, qué no es y cómo medir un sistema partidario (des)institucionalizado. Ahí es donde queremos inmiscuirnos. En ese lío.

En estas líneas intentaremos hacerlo tomando como caso de estudio dos sistemas partidarios que merecen atención en detalle: Brasil y Venezuela. Ambos países representaron para Mainwaring y Scully (op. cit.) casos contrapuestos: mientras que los venezolanos expresaban un sistema consolidado, sólido y con una alta institucionalización, los brasileros se acercaban más al modelo desinstitucionalizado, marcadamente volátil y con una fuerte inestabilidad partidaria. Hoy en día han invertido sus roles.

Para estudiarlos planteamos la necesidad de analizar tanto la volatilidad como la competitividad electoral de ambos sistemas. Desde Pedersen (1983), la volatilidad electoral ha sido una medida comúnmente utilizada para medir la estabilidad de los sistemas partidarios en numerosos países. Pero, ¿por qué estudiar la competitividad? Básicamente porque puede ocurrir que en un escenario con oficialismos fuertes 1) mientras menos competitivo se torne el sistema de partidos, menor el incentivo para que los dirigentes partidarios de partidos opositores se presenten con la misma etiqueta elección tras elección, generando que 2) amplias porciones del electorado puedan quedar sin representación “competitiva” por los principales cargos en juego y 3) pudiendo incidir en los niveles de volatilidad electoral.

Aquí no se pretende encontrar relación causal entre competitividad y volatilidad. Pero a futuro por ahí nos animemos. Por ahora será explorado.

Volátiles o estables

Resulta interesante analizar las variaciones en la volatilidad electoral[2] en ambos países desde el retorno a la democracia, tanto para elecciones presidenciales como legislativas (Cámara de Diputados)[3]. Observemos primero los Gráficos N° 1 y 2.

Gráfico N° 1. Volatilidad electoral para Presidente y Cámara de Diputados en Brasil (1986-2006).
Fuente: elaboración propia en base a Inter-Parliamentary Union -IPU- Parline Database y Base de Datos Políticos de las Américas de Georgetown.

Gráfico N° 2. Volatilidad electoral para Presidente y Cámara de Diputados en Venezuela (1973-2013).
Fuente: elaboración propia en base a Kornblith y Levine (1995) y Base de Datos Políticos de las Américas de Georgetown.

Comencemos con el caso brasilero. Como bien se mencionó anteriormente, Brasil se encontraba entre los sistemas partidarios volátiles y, consecuentemente, con una marcada inestabilidad: esto fue particularmente notable a comienzos de la década de los ’90, como bien se desprende del Gráfico N° 1. Las primeras elecciones presidenciales muestran saltos importantes en la volatilidad electoral: casi 4 de cada 5 electores brasileros cambiaron de partido político en la competencia por la primera magistratura. La competencia legislativa fue menos cambiante (30-40% de los votos cambiaron sus preferencias partidarias), pero igualmente llevó a que Mainwaring y Scully considerarán a Brasil como uno de los países latinoamericanos más inestables en términos electorales.

A mediados de los ’90, sin embargo, el sistema partidario brasilero comenzó a estabilizarse con una volatilidad media cercana al 20%, valor en torno al cual se encuentra desde las últimas elecciones celebradas. Es particularmente importante destacar que la reducción más marcada de la volatilidad se percibe en el análisis de los cargos legislativos, lo cual podría estar asociado a la presencia de una multiplicidad de partidos políticos con representación en la cámara (Meneguello, 2013). Por otro lado, la dinámica de coaliciones para la presentación de candidaturas presidenciales (Power, 2009) y el calendario electoral concurrente para ambos cargos permite considerar que los cambios en las tendencias de la volatilidad electoral para ambos cargos en juego es simultánea.

Venezuela es el contrapunto perfecto. Hacia finales de la década del ’80 el país caribeño se caracterizaba por tener uno de los sistemas de partidos más estables y menos volátiles de toda América Latina (Kornblith y Levine, 1995). En los primeros años de los ’90, impulsado especialmente por la competencia por el cargo presidencial, se disparó la volatilidad electoral hasta rozar el 100% para el máximo cargo en juego, con una volatilidad media rondando el 70%. Es decir que 2 de cada 3 electores cambiaron de partido político en elecciones consecutivas. En la segunda mitad de la misma década la volatilidad (tanto legislativa como presidencial) bajó hasta el 40%, valor donde se ubicó hasta las elecciones más recientes. Más allá de esta reducción, los niveles indicados siguen siendo elevados para lo que estaban acostumbrados los partidos políticos venezolanos. Los cambios mencionados coinciden con el período de auge y consolidación de Hugo Chávez y el Movimiento V República (reconvertido posteriormente al Partido Socialista Único de Venezuela-PSUV).

Cabe destacar, por último, que la marcada caída de la volatilidad presidencial en la última elección se debe a la estabilidad en los competidores por el máximo cargo en juego: en un polo, el oficialista PSUV y sus aliados, y, en el otro, diversos partidos de oposición unidos en la coalición Mesa de Unidad Democrática (MUD), nucleados en torno a la figura de Enrique Capriles. Si en futuras elecciones ambos actores mantienen sus etiquetas partidarias, entonces podríamos esperar que la volatilidad electoral se mantenga en niveles bajos y más cerca de los valores que caracterizaron a Venezuela hace 30 años.

¿Son competitivos? El poder de los oficialismos

La competitividad electoral[4] es otro indicador que nos permite comprender cambios y continuidades en los sistemas partidarios, al igual que establecer algunos puntos de contacto con la volatilidad electoral. Nuevamente el contrapunto entre ambos países es interesante.
  
Gráfico N° 3. Competitividad electoral para Presidente y Cámara de Diputados en Brasil (1986-2010).
Fuente: elaboración propia en base a Inter-Parliamentary Union -IPU- Parline Database y Base de Datos Políticos de las Américas de Georgetown.

Brasil, al igual que en el apartado anterior, vuelve a mostrar elementos interesantes de análisis. Primero, durante todo el período la competitividad media tuvo una marcada tendencia a la baja, pasando desde el 15% a mediados de los ’90 hasta el 5/10% en las últimas elecciones. Si tomamos en cuenta esta medida, podemos afirmar que el sistema partidario brasilero es altamente competitivo. Segundo, podemos destacar algunas diferencias si separamos la elección presidencial de la legislativa. En lo que respecta a la primera, se pueden mencionar tres momentos que alternan competitividad y no competitividad para el cargo presidencial, con picos que superan los 25 puntos de diferencia entre el partido político que salió primero y el que salió segundo. En cuanto a la segunda, a comienzos de los ’90 se produjo un importante aumento de la competitividad electoral por las bancas del congreso. Del Gráfico N° 3 se desprende que la diferencia entre el primer lugar y el segundo en la competencia por las bancas legislativas se mantuvo por debajo del 5% durante casi todo el período analizado.

Esta situación, tal como mencionamos anteriormente, se potenció aún más por una mayor cantidad de partidos políticos competidores (reflejadas en el aumento sostenido del Número Efectivo de Partidos -NEP-) (Meneguello, op. cit.), lo cual generó incentivos suficientes para que se conformaran coaliciones electorales y legislativas amplias para sostener a los presidentes de turno (Pereira y Mueller, 2002; Limongi, 2006; Power, 2009).

  Gráfico N° 4. Competitividad electoral para Presidente y Cámara de Diputados en Venezuela (1973-2013).
Fuente: elaboración propia en base a Kornblith y Levine (1995) y Base de Datos Políticos de las Américas de Georgetown.

Venezuela, en cambio, muestra un comportamiento mucho más cambiante. El país caribeño muestra alternancias entre momentos donde es muy baja la competencia por los cargos en juego (1983, 1998 y 2000 en adelante) y otros donde es marcadamente alta (1973, 1978 y 1993). En otras palabras: a diferencia de Brasil, Venezuela se asemeja más a un “sube y baja”. Los saltos de 1978 a 1983 (2 al 28%) y de 1998 a 2000-2005[5] (8 al 60%) son característicos de este fenómeno.

Por otro lado, el surgimiento, aparición y consolidación de Hugo Chávez como figura política predominante marca el inicio de un proceso de reducción en la competitividad electoral a partir de su primera victoria electoral (año 1998). Este fenómeno político se asemeja a otros casos de populismos latinoamericanos, como los ocurridos en Perú (Fujimori) y Ecuador (Correa): los tres casos se caracterizan por aumentos importantes en la brecha de votos entre el oficialismo y los candidatos opositores. Esto nos lleva a preguntarnos en qué medida los liderazgos fuertes y personalistas pueden tener efectos negativos sobre la competencia política, al ampliar la brecha entre los competidores por los principales cargos en juego una vez que acceden al gobierno.

Otro hito que debemos destacar radica en la elección de 1993. Mientras que, como bien analizamos en el apartado anterior, la misma marca el inicio del aumento de la volatilidad electoral en el país caribeño (Gráfico N° 2), los cambios en la competitividad comienzan a percibirse recién a partir de las elecciones celebradas en 1998, las cuales marcan el inicio de la consolidación del “chavismo”. De esta forma, podríamos considerar que como paso previo a una menor competitividad electoral se dio cierto proceso de desinstitucionalización partidaria, graficado en un aumento de la volatilidad electoral y la inestabilidad del sistema partidario.

Algunas ideas que sirvan como conclusiones

Lo primero que debemos mencionar es que el estudio de la (des)institucionalización de los sistemas partidarios en democracias menos desarrolladas no está agotado. Al analizar los cambios sistémicos en los últimos 30 años en Brasil y Venezuela destacamos marcados cambios y unas pocas continuidades. Eso es razón suficiente para avanzar en una agenda de investigación que tenga en cuenta el aspecto dinámico y cambiante de los sistemas partidarios. Y que nos dé herramientas para profundizar su estudio. Aquí intentamos aportar una idea innovadora.

En segundo lugar, ese dinamismo de los sistemas partidarios llevó a que Brasil y Venezuela invirtieran sus roles. Mientras que los primeros mutaron de un sistema volátil (pre 1994) a otro estable (post 1994) sin perder el componente competitivo del sistema, los segundos lo hicieron en sentido inverso: estable y competitivo (pre 1993) a volátil y poco competitivo (post 1993/1998).

En tercer y último lugar, si bien no encontramos (aún) una relación causal entre volatilidad y competitividad electoral, sí podemos establecer puntos de contacto. Tanto en Venezuela como en Brasil, un cambio en la volatilidad produjo efectos en los niveles de competitividad electoral. Sin embargo, también podría ser a la inversa: aumentos en la brecha de votos entre oficialismo y oposición puede potenciar la volatilidad electoral.
Sobre este punto tendremos que profundizar a futuro. Para darle otra vuelta de rosca más.

Bibliografía consultada

Basedau, Matthias y Alexander Stroh (2008) “Measuring party institutionalization in developing countries: a new research instrument applied to 28 African political parties”, en GIGA Working Papers, N° 69, Febrero.

Campello, Daniela (2008) “Does party system institutionalization matter? Speculative attacks and democratic responsiveness in Latin America”. Paper para Conferencia CIDOB Institucionalización de sistemas de los sistemas de partidos en América Latina, 20-21 de Noviembre 2008, Barcelona.

Kornblith, Miriam y Daniel H. Levine (1995) “Venezuela: The Life and times of the Party System”, en Mainwaring, Scott y Timothy Scully (eds.). Building democratic institutions. Party systems in Latin America. Stanford: Stanford University Press.

Limongi, Fernando (2006) “A democracia no Brasil. Presidencialismo, coalizao partidária e proceso decisório”, en Novos Estudios 76, pp. 17-41.

Luna, Juan Pablo (2009) “Party system institutionalization: the case of Chile and why we need to un-pack the concept and its measurement”. Working paper, Columbia University, (draft version).

Mainwaring Scott y Mariano Torcal (2005) “La institucionalización de los sistemas de partidos y la teoría del sistema partidista después de la tercera ola democratizadora”, en América Latina Hoy 41 (141-173).

Mainwaring, Scott, y Edurne Zoco (2007) “Secuencias políticas y estabilización de la competencia partidista: volatilidad electoral en viejas y nuevas democracias”, en América Latina Hoy 46 (147-171).

Mainwaring, Scott y Timothy Scully (eds.) (1995). Building democratic institutions. Party systems in Latin America. Stanford: Stanford University Press.

Meneguello, Raquel (2013) “Las elecciones brasileñas de 2010: política nacional, fragmentación partidista y coaliciones”, en Alcántara Sáez, Manuel y María Laura Tagina (coord.) Elecciones y política en América Latina (2009-2011). México: Instituto Federal Electoral -IFE- y Porrúa Editores.

Payne, Mark (2006) “Sistemas de partidos y gobernabilidad democrática”, en Payne, Mark (et. al.) (comp.). La política importa. Democracia y desarrollo en América Latina. Washington D.C.: Banco Interamericano de Desarrollo e Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral.

Pedersen, Mogens N. (1983) “Changing Patterns of Electoral Volatility in European Party Systems: Explorations in Explanation”, en Daalder, Hans y Peter Mair (eds.). Western European Party Systems: Continuity and Change. Beverly Hills, CA y London: Sage.

Pereira, Carlos y Bernardo Mueller (2002) “Comportamento Estratégico em Presidencialismo de Coalizao: As Relacoes entre Executivo e Legislativo na Elaboracao do Orcamento Brasileiro”, en Revista de Ciencias Sociais, Vol. 45, N° 2, pp. 265-301.

Power, Timothy (2009) “Optimism, Pessimism, and Coalitional Presidentialism: Debating the Institutional Design of Brazilian Democracy”, en Bulletin of Latin American Research, Vol. 29, N° 1.

Randall, Vicky y Lars Svåsand (2002) “Party institutionalization in new democracies”, en Party Politics, Vol. 8, N° 1, pp. 5-29.



[1] Estudiante de Maestría en Análisis, Derecho y Gestión Electoral (UNSAM) y Candidato a Doctor en Ciencia Política (UNSAM). Becario Doctoral CONICET, Secretario de Redacción de Revista POSTData y Docente en Universidad de Buenos Aires y Universidad del Salvador. Contacto: cruzfacu@gmail.com. El presente artículo es un extracto de un trabajo de investigación presentado en el XI Congreso Nacional de Ciencia Política.
[2] La volatilidad electoral se calculó en base a la fórmula elaborada por Pedersen (1983). Representa la cantidad de votos (o bancas) que cambian de partido de elección en elección. Se computa sumando el cambio de los votos ganados o perdidos por cada partido entre dos elecciones consecutivas y dividiéndolo por dos. Para Presidente se tomaron en cuenta los votos, mientras que para la Cámara de Diputados se utilizó la cantidad de bancas obtenidas en la elección dadas las dificultades para acceder a datos fidedignos sobre votos.
[3] Para Brasil tomamos en cuenta las siguientes elecciones: presidenciales (1989, 1994, 1998, 2002, 2006 y 2010; 6 en total) y diputados (1986, 1990, 1994, 1998, 2002, 2006 y 2010; 7 en total). Para Brasil tomamos en cuenta las siguientes elecciones: presidenciales (1973, 1978, 1983, 1988, 1993, 1998, 2000, 2006, 2012 y 2013; 10 en total) y diputados (1973, 1978, 1983, 1988, 1993, 1998, 2000, 2005 y 2010; 9 en total).
[4] La competitividad electoral se midió, para el cargo presidencial, restando la cantidad de votos que obtuvo el partido ganador menos la cantidad de votos del que salió segundo. Para la Cámara de diputados se realizó la misma cuenta, pero tomando en cuenta la cantidad de bancas obtenidas por el partido que salió primero y el que salió segundo.
[5] Las elecciones legislativas del año2005 en Venezuela fueron polémicas y cuestionadas por la decisión de parte de varios partidos políticos opositores a Hugo Chavéz de no participar de los comicios alegando la falta de transparencia en los organismos responsables de ordenar y administrar el proceso electoral. Como parte de esos cuestionamientos se decidió “boicotear” las elecciones. Fuente: http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_america/newsid_4483000/4483766.stm (consultado el 17/05/2013) y http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_america/newsid_4483000/4483088.stm (consultado el 17/05/2013).

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