Leviatán
con invitado. El +1 de las fiestas formales. Pero no es un +1 cualquiera. Es un
+1 que de repente, de la nada, como si fuera algo que surge cuando se cruzan
unos planetas, así, medio bruto, te tira una idea. Queda perdida. La suelta. La
deja bollando. Vuelve a tomarla a los dos días. Y te deja dudando.
-
“¿De qué hablás?”
-
“Es el Peronismo, maldito. Tenemos que escribir algo. Retomemos la del año
pasado”.
-
“Bueno, dale. Hacemos como siempre”.
Y
así nació una brújula. Un rumbo para pensar ese gigante invertebrado de Juan Carlos Torre.
Pero sobre todo porque en La Aldea de Alta Intensidad, en ese país
distante donde se creó el país de Corea del Centro, empezaron a vaticinar su
desaparición. O, peor, que la falta de un liderazgo nacional le impedía
rearmarse. Meterse de vuelta la vértebra. Como si eso fuera posible. Y todo
esto, potenciado por diversas notas de opinión.
Bueno,
no. Disentimos. Ensayamos otra respuesta. Acá viene. Replicamos la nota
publicada originalmente en Panamá Revista y agradecemos especialmente a Alejandro
Sehtman por el espacio.
La
brújula del General
Lara Goyburu
(@LaraLin78) – Facundo Cruz (@facucruz)
Cuenta la leyenda de Piratas
del Caribe que Jack Sparrow tiene un instrumento que entra en la palma de una
mano, funciona en base a una combinación de leyes de la física con emociones
profundas, y apunta hacia dónde su dueño siempre quiere ir (aunque éste no lo
sepa). Tan importante es el instrumento que murieron muchos extras piratas que
quisieron tomarla por la fuerza, ordenados y dirigidos por otros piratas. Y nos
enteramos la bendita historia de cómo funciona y por qué en la última de la
saga.
No, los Peronistas no son
piratas. El Perla Negra no es el Partido Justicialista. Y el Capitán Barbossa
no es Antonio Cafiero. Solo es útil la analogía para hablar de la brújula, ese instrumento.
Lo que sí es real acá es que
el Movimiento, hoy en día, parece haberla perdido. Ese norte que marcaba a
dirigentes, funcionarios, candidatos, militantes y punteros para dónde ir, desde
lo más profundo de su ser y acompañados por el sistema político argentino. Esta
deriva (ahora sí sirve la analogía) tiene sus raíces no en 2015 sino algunos
años antes. Eso es lo real, no fantasía de pochoclo.
Por eso, queremos marcar de
dónde venimos y hacia dónde creemos que podemos ir en los próximos años. Porque
hipótesis sobran. Nosotros tenemos la propia.
Dónde
estamos: la explicación electoral
Hace dos años escribimos
juntos en La Nación indagando en las causas de por
qué al PJ le cuestan sus internas. Eso a raíz de la sorpresa
que había propinado a toda la comunidad política argentina que Heidi haya
comido lobo al spiedo, haciendo que Cambiemos Buenos Aires ganara por primera
vez en 28 años a un candidato peronista en elecciones a simple mayoría de votos
por la gobernación del distrito más grande de todo el país. Sí, cuando María
Eugenia Vidal le ganó a Aníbal Fernández.
Ese hecho político nos llevó a
pensar que se dieron tres fenómenos. Primero, que la competencia abierta por la
candidatura a la magistratura provincial entre el tándem Fernández-Sabatella
versus Domínguez-Espinoza dañó internamente las estructuras territoriales del
Movimiento. Segundo, que hubo una transferencia de votos peronistas (producto,
en parte, por esa disputa) hacia la fórmula Vidal-Salvador en la elección
general. Esa hipótesis la complejizamos junto a Paula Clerici acá.
Tercero, la existencia de una oferta peronista alternativa no directamente asociada
al sello partidario justicialista, como fue la existencia de Sergio Massa en
ese productivo año electoral 2015 que lo mantuvo competitivo. Él estaba ahí.
Bueno, esos tres factores
tienen coletazos hoy en día. Pero solo fueron la punta del iceberg de algo que venía
naciendo desde comienzos del 2000. Vamos al gráfico[1] para desarrollar algunos
puntos importantes.
Primer dato: los vaivenes del
voto peronista para diputados nacionales en la Provincia de Buenos Aires
siempre pusieron al distrito a tiro de la oposición. Sin embargo, los votos
totales obtenidos por los candidatos presidenciales peronistas en el distrito,
y por su correlato a gobernador, siempre estuvieron en la cresta de la ola del
crecimiento. Cada vez que se dio un alza en los votos para diputados
nacionales, se coronó con más votos en las disputas ejecutivas nacionales y
provinciales. Adicionalmente, salvo en contados casos, el PJ siempre tuvo mejor
desempeño electoral en la pelea ejecutiva en ambos niveles que en la disputa
legislativa.
Una estrategia electoral y un
hecho político salvaron al Peronismo de dos caídas anticipatorias de lo que
ocurrió finalmente en 2015. La estrategia electoral: las listas espejo de
Acción Por la República y la UCEDé en 1999 salvaron la topadora de la Alianza.
El hecho político: el fallecimiento de Néstor Kirchner en 2010 que impactó a
favor del FPV-PJ un año después.
Segundo dato: la decadencia no
empezó en 2015, sino que fue producto de la crisis dirigencial del 2001. Crisis
que se tradujo en falta de acuerdos internos. Mientras que entre 1983 y 1999
solo hubo una lista legislativa relevante o competencia ejecutiva peronista
alternativa en la provincia (FREJULI en 1985), a partir del 1999 fue una
constante. Partido Unidad Bonaerense (Patti) en 1999, Frente por la Lealtad
(Menem), Frente Movimiento Popular Unión y Libertad (Rodríguez Saa) y Unidad
Federalista Bonaerense (y dale con Patti) en 2003, PJ (Duhalde) en 2005, Unión
PRO (De Narváez, Solá y amigos) en 2009, UDESO (más de De Narváez) y Frente
Popular (Duhalde, otra vez a la carga) en 2011, Frente Renovador en 2013
(Massa) y 1País (Massa, again) y Frente Justicialista (Randazzo) en 2017.
La implementación de las PASO
a partir del 2011 fue pensada para contener estas tensiones, precisamente. Amortiguó
un proceso político que venía maridando. Sin embargo, cuando se alinearon los
planetas, se perdió la provincia. El tiro por la culata de la reforma política
que cocinó lentamente la derrota. Eso cuestan las internas.
Dónde
estamos: la explicación institucional
Desorientados. A la deriva.
Ahí estamos.
Porque además de la
explicación de los números y los colores, también hay otras de arraigo
histórico de nuestro sistema político. Oscar
Aelo
y Moira
Mackinnon nos ilustran sobre un aspecto no muy divulgado de la
formación del Peronismo en sus primeros años. Como construcción política, el
Movimiento fue el actor que mejor conjugó el progresismo de la fuerza laboral
industrial metropolitana junto con el conservadurismo de un interior agrario y
Estado-dependiente. Así se formó. Como una confederación de partidos
provinciales. Como una coalición en sí misma.
Allí radicó su éxito electoral
y la garantía de gobernabilidad tan añorada por el Círculo Rojo. Como dicen Edward
Gibson y Ernesto Calvo, Argentina se gobierna con una coalición
periférica sustentada en las provincias chicas sobrerrepresentadas y se gana
con una coalición metropolitana apoyada en las cinco provincias más grandes
(Ciudad y Provincia de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y Santa Fe).
La Provincia de Buenos Aires
se construyó como el faro ordenador del resto de las partes del PJ. En tiempos
democráticos esta capacidad se dio por el buen uso de la brújula: gobernar el
37% del padrón nacional más un puñado no menor de provincias periféricas. Allí
están sus bases. Allí está La Matanza. Allí están sus Unidades Básicas. Allí
están sus punteros. Allí están los 135 municipios. Allí está la garantía para
el resto de los compañeros de otros distritos. La tranquilidad de que ganamos. Que
también podemos ganar. Y así podemos gobernar.
Perder la Provincia desorientó
a todos. Se perdió la capacidad de ser la fuerza política que mejor entendió el
federalismo argentino (y sus modificaciones). Al perderla, se abrió la Caja de
Pandora de la dispersión. Los actores lo perciben hoy en día y en la primera
renovación legislativa se avecina el recambio de liderazgo. Como en 1853, las
periféricas vetan, pero no tienen brújula sin la Provincia de Buenos Aires. Las
elecciones legislativas de 2017 dan algunos datos: en 10 de
24 provincias hubo listas kirchneristas por fuera del PJ
oficial en el distrito. Esa fractura empezó en suelo bonaerense. Casualidades.
No le echemos la culpa solo al
Frente para la Victoria. Preguntemos a los conservadores de principios del Siglo
XX que les paso cuando perdieron Buenos Aires. Bueno, hicieron un Golpe de
Estado. Pequeño detalle. Hoy los tiempos no están para eso.
También pasó en 1983, pero la
sensación fue distinta. Se arrancaba sobre una tabla rasa, una hoja en blanco,
un punto de partida. No se perdió, sino que no se ganó. A pesar de esa
salvedad, tardaron cuatro años hasta rearmarse. Precisamente, desde ese
distrito no ganado pero sí recuperado en 1987. En 2017 recién vamos por los
primeros dos años del distrito perdido. Paciencia.
Hacia
dónde vamos
El sistema político argentino
es siempre el mismo. En el fondo está Alberdi. Todo
el sistema siempre se ordenó detrás de la Provincia de Buenos Aires. Ella es la
brújula, pero sola no puede. Ordena, pero no gobierna. El sello que encarne
esta alianza entre brújula y fuerza es aleatorio y coyuntural. El que gobierna
Provincia de Buenos Aires marca el rumbo y las elites provinciales se ordenan
detrás de esto, protegiendo sus intereses. El rol del Estado nacional es, será
y siempre fue el de absorber este conflicto y mantener el delicado equilibrio
entre un capitán que marca el rumbo y llena las bodegas, y una tripulación
siempre dispuesta a amotinarse. Pero dentro del barco.
La pregunta entonces no es por
el PJ solamente. Se orienta a como la Caja de Pandora llega hasta las propias
chances de supervivencia que tienen todas las fuerzas políticas de nuestro
sistema, sean partidos o coaliciones. Afecta a todos aquellos que no tienen el
gobierno del 37% para sobrevivir como organizaciones nacionales con chances de
gobernar el país. Se trata de timonear el barco. Quizás los Compañeros tengan
que preguntar a los Correligionarios cómo se hace eso de sobrevivir desde las
bodegas. Cambiemos tardó 12 años en salir desde abajo.
La reconstrucción y la
renovación del Peronismo vienen desde abajo, hacia arriba y hacia afuera: desde
los municipios hacia los niveles superiores y desde la brújula hacia la
periferia. Porque así se armó el partido. Porque así se vuelve a las bases.
Porque si el Peronismo es el partido de sus unidades básicas, entonces hay que
volver a ellas. La Provincia de Buenos Aires es timón de la renovación, los
gobernadores el viento en las velas. Y como en 1987, los diputados la
tripulación que ejecuta.
Es tiempo de pensar esa
secuencia. Y aprender de los Renovadores. Tiempo sobra. Aunque la falta de
traición (porque no hay a quién traicionar en el timón) hagan del llano lo
peor.
[1] Algunas aclaraciones
previas para ansiosos y dubitativos. El gráfico muestra la evolución del voto
total del PJ en la Provincia de Buenos Aires. Todos los valores corresponden
para la lista o candidatura oficialista en el distrito (el famoso incumbent). Solo en el caso de 1985 se
toma en cuenta a Frente Renovador: dado que no había oficialismo peronista en
el distrito, se consideró la lista ganadora. A partir de 2003, se toma en
cuenta FPV como sinónimo de PJ. En 2017 se toma en cuenta votos de Unidad
Ciudadana. En la tabla que continúa el gráfico se detallan estas precisiones.
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