14 noviembre 2017

#PanamáRevista La brújula del General

Leviatán con invitado. El +1 de las fiestas formales. Pero no es un +1 cualquiera. Es un +1 que de repente, de la nada, como si fuera algo que surge cuando se cruzan unos planetas, así, medio bruto, te tira una idea. Queda perdida. La suelta. La deja bollando. Vuelve a tomarla a los dos días. Y te deja dudando.
- “¿De qué hablás?”
- “Es el Peronismo, maldito. Tenemos que escribir algo. Retomemos la del año pasado”.
- “Bueno, dale. Hacemos como siempre”.
Y así nació una brújula. Un rumbo para pensar ese gigante invertebrado de Juan Carlos Torre. Pero sobre todo porque en La Aldea de Alta Intensidad, en ese país distante donde se creó el país de Corea del Centro, empezaron a vaticinar su desaparición. O, peor, que la falta de un liderazgo nacional le impedía rearmarse. Meterse de vuelta la vértebra. Como si eso fuera posible. Y todo esto, potenciado por diversas notas de opinión.
Bueno, no. Disentimos. Ensayamos otra respuesta. Acá viene. Replicamos la nota publicada originalmente en Panamá Revista y agradecemos especialmente a Alejandro Sehtman por el espacio.

La brújula del General

Lara Goyburu (@LaraLin78) – Facundo Cruz (@facucruz)

Cuenta la leyenda de Piratas del Caribe que Jack Sparrow tiene un instrumento que entra en la palma de una mano, funciona en base a una combinación de leyes de la física con emociones profundas, y apunta hacia dónde su dueño siempre quiere ir (aunque éste no lo sepa). Tan importante es el instrumento que murieron muchos extras piratas que quisieron tomarla por la fuerza, ordenados y dirigidos por otros piratas. Y nos enteramos la bendita historia de cómo funciona y por qué en la última de la saga.

No, los Peronistas no son piratas. El Perla Negra no es el Partido Justicialista. Y el Capitán Barbossa no es Antonio Cafiero. Solo es útil la analogía para hablar de la brújula, ese instrumento.

Lo que sí es real acá es que el Movimiento, hoy en día, parece haberla perdido. Ese norte que marcaba a dirigentes, funcionarios, candidatos, militantes y punteros para dónde ir, desde lo más profundo de su ser y acompañados por el sistema político argentino. Esta deriva (ahora sí sirve la analogía) tiene sus raíces no en 2015 sino algunos años antes. Eso es lo real, no fantasía de pochoclo.

Por eso, queremos marcar de dónde venimos y hacia dónde creemos que podemos ir en los próximos años. Porque hipótesis sobran. Nosotros tenemos la propia.

Dónde estamos: la explicación electoral

Hace dos años escribimos juntos en La Nación indagando en las causas de por qué al PJ le cuestan sus internas. Eso a raíz de la sorpresa que había propinado a toda la comunidad política argentina que Heidi haya comido lobo al spiedo, haciendo que Cambiemos Buenos Aires ganara por primera vez en 28 años a un candidato peronista en elecciones a simple mayoría de votos por la gobernación del distrito más grande de todo el país. Sí, cuando María Eugenia Vidal le ganó a Aníbal Fernández.

Ese hecho político nos llevó a pensar que se dieron tres fenómenos. Primero, que la competencia abierta por la candidatura a la magistratura provincial entre el tándem Fernández-Sabatella versus Domínguez-Espinoza dañó internamente las estructuras territoriales del Movimiento. Segundo, que hubo una transferencia de votos peronistas (producto, en parte, por esa disputa) hacia la fórmula Vidal-Salvador en la elección general. Esa hipótesis la complejizamos junto a Paula Clerici acá. Tercero, la existencia de una oferta peronista alternativa no directamente asociada al sello partidario justicialista, como fue la existencia de Sergio Massa en ese productivo año electoral 2015 que lo mantuvo competitivo. Él estaba ahí.

Bueno, esos tres factores tienen coletazos hoy en día. Pero solo fueron la punta del iceberg de algo que venía naciendo desde comienzos del 2000. Vamos al gráfico[1] para desarrollar algunos puntos importantes.




Primer dato: los vaivenes del voto peronista para diputados nacionales en la Provincia de Buenos Aires siempre pusieron al distrito a tiro de la oposición. Sin embargo, los votos totales obtenidos por los candidatos presidenciales peronistas en el distrito, y por su correlato a gobernador, siempre estuvieron en la cresta de la ola del crecimiento. Cada vez que se dio un alza en los votos para diputados nacionales, se coronó con más votos en las disputas ejecutivas nacionales y provinciales. Adicionalmente, salvo en contados casos, el PJ siempre tuvo mejor desempeño electoral en la pelea ejecutiva en ambos niveles que en la disputa legislativa.

Una estrategia electoral y un hecho político salvaron al Peronismo de dos caídas anticipatorias de lo que ocurrió finalmente en 2015. La estrategia electoral: las listas espejo de Acción Por la República y la UCEDé en 1999 salvaron la topadora de la Alianza. El hecho político: el fallecimiento de Néstor Kirchner en 2010 que impactó a favor del FPV-PJ un año después.

Segundo dato: la decadencia no empezó en 2015, sino que fue producto de la crisis dirigencial del 2001. Crisis que se tradujo en falta de acuerdos internos. Mientras que entre 1983 y 1999 solo hubo una lista legislativa relevante o competencia ejecutiva peronista alternativa en la provincia (FREJULI en 1985), a partir del 1999 fue una constante. Partido Unidad Bonaerense (Patti) en 1999, Frente por la Lealtad (Menem), Frente Movimiento Popular Unión y Libertad (Rodríguez Saa) y Unidad Federalista Bonaerense (y dale con Patti) en 2003, PJ (Duhalde) en 2005, Unión PRO (De Narváez, Solá y amigos) en 2009, UDESO (más de De Narváez) y Frente Popular (Duhalde, otra vez a la carga) en 2011, Frente Renovador en 2013 (Massa) y 1País (Massa, again) y Frente Justicialista (Randazzo) en 2017.




La implementación de las PASO a partir del 2011 fue pensada para contener estas tensiones, precisamente. Amortiguó un proceso político que venía maridando. Sin embargo, cuando se alinearon los planetas, se perdió la provincia. El tiro por la culata de la reforma política que cocinó lentamente la derrota. Eso cuestan las internas.

Dónde estamos: la explicación institucional

Desorientados. A la deriva. Ahí estamos.

Porque además de la explicación de los números y los colores, también hay otras de arraigo histórico de nuestro sistema político. Oscar Aelo y Moira Mackinnon nos ilustran sobre un aspecto no muy divulgado de la formación del Peronismo en sus primeros años. Como construcción política, el Movimiento fue el actor que mejor conjugó el progresismo de la fuerza laboral industrial metropolitana junto con el conservadurismo de un interior agrario y Estado-dependiente. Así se formó. Como una confederación de partidos provinciales. Como una coalición en sí misma.

Allí radicó su éxito electoral y la garantía de gobernabilidad tan añorada por el Círculo Rojo. Como dicen Edward Gibson y Ernesto Calvo, Argentina se gobierna con una coalición periférica sustentada en las provincias chicas sobrerrepresentadas y se gana con una coalición metropolitana apoyada en las cinco provincias más grandes (Ciudad y Provincia de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y Santa Fe).

La Provincia de Buenos Aires se construyó como el faro ordenador del resto de las partes del PJ. En tiempos democráticos esta capacidad se dio por el buen uso de la brújula: gobernar el 37% del padrón nacional más un puñado no menor de provincias periféricas. Allí están sus bases. Allí está La Matanza. Allí están sus Unidades Básicas. Allí están sus punteros. Allí están los 135 municipios. Allí está la garantía para el resto de los compañeros de otros distritos. La tranquilidad de que ganamos. Que también podemos ganar. Y así podemos gobernar.

Perder la Provincia desorientó a todos. Se perdió la capacidad de ser la fuerza política que mejor entendió el federalismo argentino (y sus modificaciones). Al perderla, se abrió la Caja de Pandora de la dispersión. Los actores lo perciben hoy en día y en la primera renovación legislativa se avecina el recambio de liderazgo. Como en 1853, las periféricas vetan, pero no tienen brújula sin la Provincia de Buenos Aires. Las elecciones legislativas de 2017 dan algunos datos: en 10 de 24 provincias hubo listas kirchneristas por fuera del PJ oficial en el distrito. Esa fractura empezó en suelo bonaerense. Casualidades.

No le echemos la culpa solo al Frente para la Victoria. Preguntemos a los conservadores de principios del Siglo XX que les paso cuando perdieron Buenos Aires. Bueno, hicieron un Golpe de Estado. Pequeño detalle. Hoy los tiempos no están para eso.

También pasó en 1983, pero la sensación fue distinta. Se arrancaba sobre una tabla rasa, una hoja en blanco, un punto de partida. No se perdió, sino que no se ganó. A pesar de esa salvedad, tardaron cuatro años hasta rearmarse. Precisamente, desde ese distrito no ganado pero sí recuperado en 1987. En 2017 recién vamos por los primeros dos años del distrito perdido. Paciencia.

Hacia dónde vamos

El sistema político argentino es siempre el mismo. En el fondo está Alberdi. Todo el sistema siempre se ordenó detrás de la Provincia de Buenos Aires. Ella es la brújula, pero sola no puede. Ordena, pero no gobierna. El sello que encarne esta alianza entre brújula y fuerza es aleatorio y coyuntural. El que gobierna Provincia de Buenos Aires marca el rumbo y las elites provinciales se ordenan detrás de esto, protegiendo sus intereses. El rol del Estado nacional es, será y siempre fue el de absorber este conflicto y mantener el delicado equilibrio entre un capitán que marca el rumbo y llena las bodegas, y una tripulación siempre dispuesta a amotinarse. Pero dentro del barco.

La pregunta entonces no es por el PJ solamente. Se orienta a como la Caja de Pandora llega hasta las propias chances de supervivencia que tienen todas las fuerzas políticas de nuestro sistema, sean partidos o coaliciones. Afecta a todos aquellos que no tienen el gobierno del 37% para sobrevivir como organizaciones nacionales con chances de gobernar el país. Se trata de timonear el barco. Quizás los Compañeros tengan que preguntar a los Correligionarios cómo se hace eso de sobrevivir desde las bodegas. Cambiemos tardó 12 años en salir desde abajo.

La reconstrucción y la renovación del Peronismo vienen desde abajo, hacia arriba y hacia afuera: desde los municipios hacia los niveles superiores y desde la brújula hacia la periferia. Porque así se armó el partido. Porque así se vuelve a las bases. Porque si el Peronismo es el partido de sus unidades básicas, entonces hay que volver a ellas. La Provincia de Buenos Aires es timón de la renovación, los gobernadores el viento en las velas. Y como en 1987, los diputados la tripulación que ejecuta.

Es tiempo de pensar esa secuencia. Y aprender de los Renovadores. Tiempo sobra. Aunque la falta de traición (porque no hay a quién traicionar en el timón) hagan del llano lo peor.

[1] Algunas aclaraciones previas para ansiosos y dubitativos. El gráfico muestra la evolución del voto total del PJ en la Provincia de Buenos Aires. Todos los valores corresponden para la lista o candidatura oficialista en el distrito (el famoso incumbent). Solo en el caso de 1985 se toma en cuenta a Frente Renovador: dado que no había oficialismo peronista en el distrito, se consideró la lista ganadora. A partir de 2003, se toma en cuenta FPV como sinónimo de PJ. En 2017 se toma en cuenta votos de Unidad Ciudadana. En la tabla que continúa el gráfico se detallan estas precisiones.

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