11 diciembre 2017

#Diagonales.com Desensillar hasta que aclare

Peronismo en la oposición (nacional). En democracia. Raro. Porque durante la democracia imposible de 1955-1983 sobró análisis. Pero en democracia, poco acostumbrados. Ese hecho, a veces, fortuito. Que deriva en la máxima periodística de su inevitable desaparición.
Exagerados, para variar. Lo bueno fue que en el sitio Diagonales.com preguntaron si queríamos dar desde acá un debate. A nuestro juego nos llamaron. Renovación dirigencial y renovación de contenido. Los dos pilares. La nota publicada original, como siempre, acá.

Desensillar hasta que aclare

Facundo Cruz (@facucruz), Politólogo (UADE), Profesor (UBA-UTDT) y Magíster (UNSAM). Tiene un hijo que se llama El Leviatán A Sueldo que cuida cada tanto.

El Peronismo se encuentra en una nueva fase de renovación. La segunda desde la vuelta a la democracia. La disputa es entre el interior y la Provincia de Buenos Aires. Pero también hay nuevos desafíos electorales: una nueva generación que no conoce sus tres banderas históricas. Por eso, la renovación de este período es doble: dirigencial y de contenido político.

Si hay algo que ha atravesado la historia del Peronismo como movimiento político es el debate sobre su organización. Debate que aflora no tanto cuando ocupa el gobierno nacional, sino más bien cuando eventualmente le toca el rol de oposición. Pasó en los cortos e interrumpidos períodos democráticos entre 1955 y 1983. Le pasó en su primera vez, la que transcurrió entre 1983 y 1989. Volvió a pasarle con la aparición de la Alianza, pero solo por dos años. Y ahora, en medio de la olla a presión que implicó perder frente a Cambiemos en 2015.

El debate actual se centra en la máxima de que falta un proyecto nacional. Es cierto. Al Peronismo se lo estudia y analiza más críticamente en la oposición. Hoy en día parece más un cúmulo de dirigentes con estructuras provinciales, descoordinados y sin objetivos comunes, antes que un movimiento político con dirección común, funciones y, sobre todo, recursos.

El problema que enfrenta para encontrar estos elementos es la falta de Estado. El Peronismo fue el movimiento político del Siglo XX que mejor entendió cómo usar los recursos de poder para construir, hacer, replicar y acordar política. A la Renovación Peronista le llevó 6 años volver a ese ruedo. Hoy vamos recién 2 años y el mandato presidencial ahora es de 4 años que se pueden duplicar. Paciencia.

El otro punto en común con la primera vez es la falta de la Provincia de Buenos Aires. Se la extraña mucho. Tal como indicamos con Lara Goyburu, esa brújula que permite ordenar y marcar el norte al resto del país peronista hoy desorienta. Porque está ausente. Recuperarla puede ser el paso a paso de una secuencia bien pensada, planificada y ordenada.

Pero esta brújula es hoy un submundo de nuevas complicaciones. Es en territorio bonaerense donde más se siente la pelea por la renovación. Si en 1983 el problema eran los sindicatos, hoy lo es el Kirchnerismo por dos razones. Primero, que Cristina Fernández de Kirchner hoy tiene los votos de la Provincia de Buenos Aires, y se los sacó al Partido Justicialista. Segundo, porque la socialización política que empujó el Peronismo en los últimos 15 años la hizo el Frente para la Victoria, no el PJ. Esta nueva generación política es millennial, vive en las redes sociales y (si hay suerte) estudió las tres banderas históricas, nunca las vio. En esa generación Peronismo es sinónimo de Kirchnerismo. Hay entonces que recuperarlo, o buscar otro. Porque la frase “No hay peronismo sin Perón” tiene poco sentido para las nuevas generaciones. Para ellas, no hay Peronismo sin Néstor ni Cristina.

El problema es que nadie parece querer colaborar con su grano de arena. Perder la provincia implicó crear uno, dos, tres, muchos Peronismos. Como el sueño guevarista, pero dividiendo en vez de replicando.

Gustavo Menéndez quiere traer a Sergio Massa de regreso por la puerta grande, pero los gobernadores no quieren a sus diputados. Un bloque de diputados nacionales que puede llegar a unos 30 y otro de unos 20, cuándo podría ser uno solo de casi 50. Parece a propósito, y sí lo es. Hasta en la Legislatura bonaerense los imitan. Cuando la pelea con el Kirchnerismo la ganan en el Senado nacional, no ayudan a hacerlo en la Cámara de Diputados. Solo se contentan con ser la llave de la gobernabilidad. La garantía histórica de vigencia de nuestro sistema político.

Esto no es nuevo. La pelea de fondo se viene sintiendo desde el año 2010. La muerte de Néstor Kirchner trastocó la lógica de construcción política. Hasta entonces, el FPV-PJ que ganó en el año 2003 había respetado la regla interna de la coalición peronista: el candidato a Presidente juega en la nacional, arma en su pago provincial y deja a los demás que arrastran hacerlo en los suyos. Pero 2011 cambió mucho todo: la mesa de unos 20 y pico pasó a ser de solo 3 que armaron todo. Se la junaron.

Desde entonces, el Peronismo del interior espera sus chances para enfrentarse al Kirchnerismo más duro. El primer round fueron las legislativas del año 2017. El segundo serán las generales del 2019. Si se sigue el sueño guevarista, entonces lo más seguro es cuidar el pago propio. Volver al palenque. Reconocer a la nueva generación política. Y empezar a hablarle.

Aceptar la tesis de que hay que desensillar hasta que aclare, implica preguntarse si se acepta jugar a perder en la arena nacional, mientras se gana o resiste en la provincial. Esto nunca pasó en el Peronismo. Enfrente tiene a la primer coalición en la historia argentina que le disputa el conocimiento del uso del Estado para hacer política. Se armaron y ganaron. Pueden repetir en dos años.

Bueno, siempre hay una primera vez.                                                              


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