31 enero 2018

Qué hacemos todos los días (y por qué)


Hace algunos meses estaba en pleno proceso de tesis. La maldita tesis. Era septiembre. Y luego de una entrevista a Alain Rouquié en Odisea Argentina, se me ocurrió escribir esto. En noviembre publicamos con las socias esta otra nota. Lo que tienen en común es algo bastante sencillo pero muy sincero para quienes nos dedicamos a hacer ciencia política: el por qué.

Dos semanas atrás terminé eso que estaba en pleno proceso en septiembre, cuando escribí la primera. Entregué el documento digital el 16 de enero, y los impresos ayer mismo. Se cerró una etapa. Algo grande. La tesis es como un hijo (que no tengo) o como una mascota (que sí tengo): le dedicas todo todos los días todo el día. La diferencia es que la tesis en un momento termina. Eso fue hace unas semanas.

Me dieron ganas y le pedí a Leviatán que reprodujera los agradecimientos de la tesis doctoral. Con el ok de Doña Rosa, claro. Sino, hay tabla. Acá no hay gráficos ni colores. Tampoco hay hipótesis atrevidas. Ni chistes sobre Massa. Acá lo que hay es la parte humana, interna y propia de un mamotreto. Uno de 287 páginas. Uno que busca respetar las reglas, procedimientos y procesos que la disciplina nos pide a quienes nos dedicamos a hacer ciencia política.

La tesis es un proceso que se te mete en la cabeza 24x7. Vas al súper y pensas en la metodología. Te tomas el subte y re-escribís en tu cabeza los casos. Vas a comer un asado el fin de semana y se te ocurre una nueva variable. Te estas bañando y te das cuenta de que te olvidaste ajustar el modelo para que la presentación del resultado sea más legible. Como dije, todo todos los días todo el día. Así, meses, años.

El proceso es humano. Aunque somos politólogos, también somos personas. Esa parte humana es la que tenemos para contar el por qué, contarnos a nosotros y contar con quienes lo hicimos. Es la que sigue.

Construyendo House of Cards. Partidos y coaliciones en Argentina, 1995-2015.

Como todas las tesis doctorales, tiene una larga historia detrás. Como todas las tesis, está entrecruzada por historias, anécdotas y relatos que tienen como protagonista central a quien escribe estas líneas, pero que conecta a un montón de personas más. Como toda tesis, hay un dejo egoísta en el fondo: estas páginas son producto de muchos que se acercaron, aportaron, debatieron, leyeron o simplemente escucharon. Pero la firma es una sola. En estas carillas, quiero compensar esta falla estructural.

Las coaliciones llegaron a mi mente hace más de 8 años. Pasa como suele pasar con quienes estudiamos ciencia política: un día vas por la calle, en el tren, en el subte, estás en clase, estás en un asado, vas a comer algo, te cruzas con un amigo, lees un libro. Y te aparece una idea. A mí me marcó mucho en mi carrera de grado el texto de Barbara Geddes, “Paradigms and Sand Castles: Theory Building and Research Design in Comparative Politics”, publicado en 1999. Ahí entendí que, si vas a agarrar un tema, tiene que ser algo que de verdad te apasione, te movilice, te caliente (esto último lo agrego yo de bruto). Bueno, eso fueron las coaliciones para mí. Porque cuando me crucé con el libro de María Matilde Ollier “Las coaliciones políticas en la Argentina. El caso de la Alianza” (2001) ahí me calenté. Quería saber por qué algunas experiencias coalicionales salían mal. Y otras bien. Así fue mi primer trabajo presentado en un congreso y el primero publicado.

Conocer más en profundidad la Argentina y su dinámica política me llevaron en una dirección que quería (en el fondo) pero que no sabía que estaba: las coaliciones electorales. Eso suele pasar con los temas: a veces los pensas un montón, pero después terminas haciendo otra cosa. Eso también es ciencia política. En ese cambio, me encontré con tres profesores que fueron claves en mi formación doctoral. De ellos aprendí que uno siempre puede superarse. Y acá arranca el primer agradecimiento.

Jamás me hubiera encaminado en una empresa de esta envergadura si no hubiera contado con el respaldo de Miguel De Luca, mi Director de proyecto, de beca, profesor, colega docente, padre académico y amigo. Fue clave desde los comienzos, antes de que estuviera escrita la primera carilla de una idea que empezaba a ser tesis y que terminó en dos: la de maestría y la doctoral, ambas dirigidas por él. Discutimos marco teórico, metodología, estrategias de investigación, casos, hallazgos. Todo de cero. Una cuenta corriente en bares de café. Le debo mis primeros pasos en el mundo de esta hermosa disciplina, con quien no sólo aprendí que implica investigar sino también el afecto y dedicación a algo que uno ama. Y, lo más importante, que no hay ciencia sin política.

También a Flavia Freidenberg, Co-Directora de la tesis de maestría que fue el antecedente de esta tesis doctoral. Con ella compartí la posibilidad de repensar América Latina desde otra mirada y el convencimiento de que cualquier investigación que uno quiera encarar es posible con ganas y algunas ideas locas. Un mes en Salamanca me confirmaron su calidad humana y docente. Marcelo Escolar solo sufrió durante esta tesis. No tuvo que aguantar las consultas en la previa. A él lo tuve de profesor en la Maestría en Análisis, Derecho y Gestión electoral en la Escuela de Política y Gobierno de la Universidad Nacional de General San Martín (EPYG – UNSAM). Pude ver con sus materias, textos, discusiones e intercambios que no todo lo que está escrito ocurre tal cual pensamos que ocurre. Que las teorías y los datos no siempre dicen todo. Y que muchos fenómenos pasan porque no pensamos bien nuestros conceptos y definiciones: que es bueno que sigamos creándolos, que no nos quedemos.

Quiero hacer un agradecimiento especial a Aníbal Pérez Liñán. Y esto por varias razones. Quienes han interactuado con él saben de su calidad humana, su genialidad académica y su dedicación concentrada cuando alguien solicita su ayuda, ya sea vía Skype, presencial o una simple cadena diaria de e-mails. Aníbal me dio una gran mano cuando tuve algunos encontronazos con la metodología de esta tesis doctoral. Nos peleábamos un poco, pero él intercedió. Incluso, fue quien me abrió los ojos y las ideas a trabajar con el método cualitativo comparado (Qualitative Comparative Analysis, QCA) en una estancia de investigación en la Universidad de Salamanca, allá por mediados del 2014. Por todo eso, gracias a él. Porque si hay algo con lo que los tesistas renegamos es con la metodología. Y él lo hizo más fácil.

Ahora, como dice Douglas North, si hubo personas, también hubo instituciones. Todo esto no hubiera sido posible si no me hubiera encontrado el Programa de Becarios Doctorales del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). En un momento de quiebre y cambio personal profundo, esta institución fue clave en el financiamiento, el apoyo y el sostén para que pudiera dedicarme a la docencia y a la investigación académica con una beca doctoral. Oportunidad que, además, me brindó el tiempo necesario. Todo por el motor de la pasión inicial. Un giro de 180%, en muchos sentidos.

También quiero agradecer a otra institución que fue la que me alojó para empezar, transcurrir y culminar mis estudios de posgrado: la UNSAM. Su programa de doctorado me entusiasmó desde el primer día. En este lugar donde pude debatir, compartir e intercambiar con profesores de primer nivel de la ciencia política nacional, regional e internacional. Sobre todo, pude aprender. Sin aprendizaje no hay tesis doctoral. Y en ese lugar, pude hacerlo.

Mis compañeros de la cursada del Doctorado en Ciencia Política tuvieron muchísimo que ver con estas páginas. Yo ya perdí la cuenta sobre cuántas clases del taller de tesis escucharon hablar sobre los modelos de construcción y esa palabra que repito cada vez que puedo: coaliciones. Con ellos transcurrí todas las materias de cursada y me enfrasqué en eso que todos tememos cuando empezamos esta etapa del posgrado: pensar un tema, armar una hipótesis, diseñar un proceso de investigación. Encima de todo eso, teníamos que comentarnos nuestros proyectos y avances de tesis. Pobres ellos. Parece un martirio, a veces lo es. Más aún los sábados donde cerraba el kiosco de la planta baja. Pero no nos hacíamos la rata. Por eso, gracias a Sil Mondino, Solange Novelle, Gaby Marzonetto, Juli Pérez Zorrilla, Itatí Moreno, Ale Lizbona Cohen, Andrea Delbono, Brenda Fernández, María Nevia Vera, Fran Olego, “Lucho” Karamaneff, Cristian Rodríguez Salas, Aníbal Germán Torres, Pablo Palumbo y “Gogo” Sarasqueta, Christian Asinelli y “Charly” Adrianzén.

Ahora, si de coaliciones se vive, en estos años pude participar de una que me potenció ideas, desafíos, innovaciones y nuevas ideas. Y me encantó. Fue el grupo de investigación en ciencia política “Coaliciones Políticas en América Latina: Análisis en Perspectiva Multinivel”, radicado en la Universidad de Buenos Aires. Por allí pasaron un gran número de estudiantes y jóvenes graduados que también se apasionaron por ese tema. Desde 2014 que venimos haciendo bulla en redes sociales y congresos. Varios de ellos, en los momentos en que no se aburrieron, prestaron atención a cuestiones relacionadas con esta tesis. Me ayudaron a ser mejor investigador. Por eso, gracias a Anabella Molina, Iván Seira, Natan Skigin y Juan Rodil, los fieles de acero en facultades, vinotecas, ciudades del interior y canchas de básquet.

Esta investigación nunca hubiera sido posible sin el aporte fundamental de los entrevistados que dedicaron tiempos, ideas, discusiones y relatos que me abrieron los ojos, me despertaron preguntas y me dieron el sustento empírico para avanzar con la investigación. Me contaron los hechos. Lo que pasó. Lo que no pasó. Lo que pocos saben. Lo que muchos se imaginan. Lo que nadie escribió. A ellos, anónimos colaboradores, les debo los hallazgos de este trabajo y la materia prima con la que lo nutrieron. Lo tendrán como aporte para discusión interna. Porque de ellos tengo más de 80 horas de diálogo sobre la política argentina y sus problemas. Mención especial quiero hacer a Sabrina Ajmechet, Horacio Barreiro, Cristián Benson, Maximiliano Campos Ríos, Javier Correa, el mismo Miguel De Luca, Esteban Lo Presti, Diego Martínez, Mariano Montes, Pablo Juliano, Lilia Puig de Stubrin, Juan Rodil, Noelia Ruiz, Gonzalo “Gogo” Sarasqueta, Fernando Manuel Suárez, Luis Tonelli, Saúl Ubaldini (h), Abelardo Vitale y Nahuel Welly. Todos ellos facilitaron contactos para las entrevistas, confiaron su reputación en este proyecto y en esta persona. Todos ellos, una multipartidaria completa.

Por último, no quiero dejar de agradecer a dos personas que estuvieron presentes en todo este proceso. En gran parte de los 5 años que llevó este trabajo de investigación encontré dos socias con las que no solo comparto la misma pasión geddesiana, sino que también son excelentes compañeras de vida. Con Paula “Paduis” Clerici y Lara “La Gringa” Goyburu he crecido académicamente más de lo que hubiera imaginado. Discusiones sobre teoría, hallazgos, casos concretos y nuevos métodos para estudiar las coaliciones. Encima de este lastre que acarrean, ambas se tomaron el tiempo de leer las versiones preliminares de esta tesis doctoral. También lo hicieron con la de maestría. Fiel a su estilo obsesivo-detallista, anotaron cada coma de más, cada idea descolgada y cada exageración propia. Hasta las veces donde la redacción parecía más blog que ciencia empírica aplicada. Cosas de todos los días que a uno le pasan. Por suerte alguien inventó el “Control de Cambios”. “Paduis” me desafió en los primeros borradores a hacer una buena metodología y a responder interrogantes sobre casos que poco han sido estudiados. Con “La Gringa” Lara empecé a entender a la Unión Cívica Radical, con mucho café, alguna bebida vitivinícola e infinitas charlas. Ella, igual, todavía tiene tarea por delante.

Mis amigos, “los pibes” y “los pibes de básquet”, también tuvieron mucho que ver en esta evolución académica. Para quienes ser becario te permite seguir la Champions League y levantarte tarde, esta investigación les da para leer algo de lo que se hace en CONICET. Apoyaron cada paso que di desde el primer día que les conté que dejaba mi trabajo y me iba a dedicar a investigar. Seguro genere debates en el próximo asado. Pero salvando la grieta.

Para el final queda la dedicatoria. Mi familia nunca pudo zafar en todo este proceso, por eso se lo merecen. Mis viejos, los socios mayores Carlos y Adriana, y mis dos hermanas, las socias menores María y Pilar. Con esta coalición por penetración territorial llegamos de Mendoza en los albores del menemismo y en la incipiente formación del FREPASO. Muchos dicen que hay cosas que de pibe te marcan mucho. Bueno, en ese gran cambio que tuvimos nosotros 5 mucho tiene que ver la selección de uno de los casos. El otro caso, tiene otra historia. Cuando les dije que luego de la primer tesis se venía una segunda, respiraron aliviados: ya no estaba viviendo con ellos. Pero siempre estuvieron presentes. Nunca cambiaron las reglas. Es algo que aprecio mucho.

Porque, en definitiva, me parece que todo es un proceso coalicional. Yo dije que era pesado con el tema. Pero piénsenlo así. En cada paso que uno da para pensar en el siguiente, siempre precisa de un socio. Los 5 años que disfruté de investigar gracias al CONICET aprendí eso. Yo tuve la fortuna de contar con todos ellos.

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