Hace algunos meses estaba en pleno proceso de tesis.
La maldita tesis. Era septiembre. Y luego de una entrevista a Alain Rouquié en
Odisea Argentina, se me ocurrió escribir esto. En noviembre publicamos con
las socias esta otra nota. Lo que tienen en común es
algo bastante sencillo pero muy sincero para quienes nos dedicamos a hacer
ciencia política: el por qué.
Dos semanas atrás terminé eso que estaba en pleno proceso
en septiembre, cuando escribí la primera. Entregué el documento digital el 16
de enero, y los impresos ayer mismo. Se cerró una etapa. Algo grande. La tesis
es como un hijo (que no tengo) o como una mascota (que sí tengo): le dedicas
todo todos los días todo el día. La diferencia es que la tesis en un momento
termina. Eso fue hace unas semanas.
Me dieron ganas y le pedí a Leviatán que reprodujera
los agradecimientos de la tesis doctoral. Con el ok de Doña Rosa, claro. Sino, hay
tabla. Acá no hay gráficos ni colores. Tampoco hay hipótesis atrevidas. Ni
chistes sobre Massa. Acá lo que hay es la parte humana, interna y propia de un
mamotreto. Uno de 287 páginas. Uno que busca respetar las reglas,
procedimientos y procesos que la disciplina nos pide a quienes nos dedicamos a
hacer ciencia política.
La tesis es un proceso que se te mete en la cabeza
24x7. Vas al súper y pensas en la metodología. Te tomas el subte y re-escribís
en tu cabeza los casos. Vas a comer un asado el fin de semana y se te ocurre
una nueva variable. Te estas bañando y te das cuenta de que te olvidaste
ajustar el modelo para que la presentación del resultado sea más legible. Como
dije, todo todos los días todo el día. Así, meses, años.
El proceso es humano. Aunque somos politólogos,
también somos personas. Esa parte humana es la que tenemos para contar el por
qué, contarnos a nosotros y contar con quienes lo hicimos. Es la que sigue.
Construyendo House
of Cards. Partidos y coaliciones en Argentina, 1995-2015.
Como
todas las tesis doctorales, tiene una larga historia detrás. Como todas las
tesis, está entrecruzada por historias, anécdotas y relatos que tienen como
protagonista central a quien escribe estas líneas, pero que conecta a un montón
de personas más. Como toda tesis, hay un dejo egoísta en el fondo: estas
páginas son producto de muchos que se acercaron, aportaron, debatieron, leyeron
o simplemente escucharon. Pero la firma es una sola. En estas carillas, quiero
compensar esta falla estructural.
Las
coaliciones llegaron a mi mente hace más de 8 años. Pasa como suele pasar con
quienes estudiamos ciencia política: un día vas por la calle, en el tren, en el
subte, estás en clase, estás en un asado, vas a comer algo, te cruzas con un
amigo, lees un libro. Y te aparece una idea. A mí me marcó mucho en mi carrera
de grado el texto de Barbara Geddes, “Paradigms and Sand Castles: Theory
Building and Research Design in Comparative Politics”, publicado en 1999. Ahí
entendí que, si vas a agarrar un tema, tiene que ser algo que de verdad te
apasione, te movilice, te caliente (esto último lo agrego yo de bruto). Bueno,
eso fueron las coaliciones para mí. Porque cuando me crucé con el libro de
María Matilde Ollier “Las coaliciones políticas en la Argentina. El caso de la
Alianza” (2001) ahí me calenté. Quería saber por qué algunas experiencias
coalicionales salían mal. Y otras bien. Así fue mi primer trabajo presentado en
un congreso y el primero publicado.
Conocer
más en profundidad la Argentina y su dinámica política me llevaron en una
dirección que quería (en el fondo) pero que no sabía que estaba: las
coaliciones electorales. Eso suele pasar con los temas: a veces los pensas un
montón, pero después terminas haciendo otra cosa. Eso también es ciencia
política. En ese cambio, me encontré con tres profesores que fueron claves en
mi formación doctoral. De ellos aprendí que uno siempre puede
superarse. Y acá arranca el primer
agradecimiento.
Jamás me hubiera
encaminado en una empresa de esta envergadura si no hubiera contado con el
respaldo de Miguel De Luca, mi Director de proyecto, de beca, profesor, colega
docente, padre académico y amigo. Fue clave desde los comienzos, antes de que
estuviera escrita la primera carilla de una idea que empezaba a ser tesis y que
terminó en dos: la de maestría y la doctoral, ambas dirigidas por él.
Discutimos marco teórico, metodología, estrategias de investigación, casos,
hallazgos. Todo de cero. Una cuenta corriente en bares de café. Le debo mis
primeros pasos en el mundo de esta hermosa disciplina, con quien no sólo
aprendí que implica investigar sino también el afecto y dedicación a algo que
uno ama. Y, lo más importante, que no hay ciencia sin política.
También a Flavia
Freidenberg, Co-Directora de la tesis de maestría que fue el antecedente de
esta tesis doctoral. Con ella compartí la posibilidad de repensar América
Latina desde otra mirada y el convencimiento de que cualquier investigación que
uno quiera encarar es posible con ganas y algunas ideas locas. Un mes en
Salamanca me confirmaron su calidad humana y docente. Marcelo Escolar solo
sufrió durante esta tesis. No tuvo que aguantar las consultas en la previa. A
él lo tuve de profesor en la Maestría en Análisis, Derecho y Gestión electoral
en la Escuela de Política y Gobierno de la Universidad Nacional de General San
Martín (EPYG – UNSAM). Pude ver con sus materias, textos, discusiones e
intercambios que no todo lo que está escrito ocurre tal cual pensamos que
ocurre. Que las teorías y los datos no siempre dicen todo. Y que muchos
fenómenos pasan porque no pensamos bien nuestros conceptos y definiciones: que
es bueno que sigamos creándolos, que no nos quedemos.
Quiero hacer un agradecimiento
especial a Aníbal Pérez Liñán. Y esto por varias razones. Quienes han interactuado
con él saben de su calidad humana, su genialidad académica y su dedicación concentrada
cuando alguien solicita su ayuda, ya sea vía Skype, presencial o una simple cadena
diaria de e-mails. Aníbal me dio una gran mano cuando tuve algunos encontronazos
con la metodología de esta tesis doctoral. Nos peleábamos un poco, pero él intercedió.
Incluso, fue quien me abrió los ojos y las ideas a trabajar con el método cualitativo
comparado (Qualitative Comparative Analysis,
QCA) en una estancia de investigación en la Universidad de Salamanca, allá por mediados
del 2014. Por todo eso, gracias a él. Porque si hay algo con lo que los tesistas
renegamos es con la metodología. Y él lo hizo más fácil.
Ahora, como dice Douglas
North, si hubo personas, también hubo instituciones. Todo esto no hubiera
sido posible si no me hubiera encontrado el Programa de Becarios Doctorales del
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). En un
momento de quiebre y cambio personal profundo, esta institución fue clave en el
financiamiento, el apoyo y el sostén para que pudiera dedicarme a la docencia y
a la investigación académica con una beca doctoral. Oportunidad que, además, me
brindó el tiempo necesario. Todo por el motor de la pasión inicial. Un giro de
180%, en muchos sentidos.
También quiero
agradecer a otra institución que fue la que me alojó para empezar, transcurrir
y culminar mis estudios de posgrado: la UNSAM. Su programa de doctorado me
entusiasmó desde el primer día. En este lugar donde pude debatir, compartir e
intercambiar con profesores de primer nivel de la ciencia política nacional,
regional e internacional. Sobre todo, pude aprender. Sin aprendizaje no hay
tesis doctoral. Y en ese lugar, pude hacerlo.
Mis
compañeros de la cursada del Doctorado en Ciencia Política tuvieron muchísimo
que ver con estas páginas. Yo ya perdí la cuenta sobre cuántas clases del
taller de tesis escucharon hablar sobre los modelos de construcción y esa
palabra que repito cada vez que puedo: coaliciones. Con ellos transcurrí todas
las materias de cursada y me enfrasqué en eso que todos tememos cuando empezamos
esta etapa del posgrado: pensar un tema, armar una hipótesis, diseñar un
proceso de investigación. Encima de todo eso, teníamos que comentarnos nuestros
proyectos y avances de tesis. Pobres ellos. Parece un martirio, a veces lo es.
Más aún los sábados donde cerraba el kiosco de la planta baja. Pero no nos
hacíamos la rata. Por eso, gracias a Sil Mondino, Solange Novelle, Gaby
Marzonetto, Juli Pérez Zorrilla, Itatí Moreno, Ale Lizbona Cohen, Andrea
Delbono, Brenda Fernández, María Nevia Vera, Fran Olego, “Lucho” Karamaneff,
Cristian Rodríguez Salas, Aníbal Germán Torres, Pablo Palumbo y “Gogo”
Sarasqueta, Christian Asinelli y “Charly” Adrianzén.
Ahora,
si de coaliciones se vive, en estos años pude participar de una que me potenció
ideas, desafíos, innovaciones y nuevas ideas. Y me encantó. Fue el grupo de
investigación en ciencia política “Coaliciones Políticas en América Latina:
Análisis en Perspectiva Multinivel”, radicado en la Universidad de Buenos
Aires. Por allí pasaron un gran número de estudiantes y jóvenes graduados que
también se apasionaron por ese tema. Desde 2014 que venimos haciendo bulla en
redes sociales y congresos. Varios de ellos, en los momentos en que no se
aburrieron, prestaron atención a cuestiones relacionadas con esta tesis. Me ayudaron
a ser mejor investigador. Por eso, gracias a Anabella Molina, Iván Seira, Natan
Skigin y Juan Rodil, los fieles de acero en facultades, vinotecas, ciudades del
interior y canchas de básquet.
Esta investigación
nunca hubiera sido posible sin el aporte fundamental de los entrevistados que
dedicaron tiempos, ideas, discusiones y relatos que me abrieron los ojos, me
despertaron preguntas y me dieron el sustento empírico para avanzar con la
investigación. Me contaron los hechos. Lo que pasó. Lo que no pasó. Lo que
pocos saben. Lo que muchos se imaginan. Lo que nadie escribió. A ellos,
anónimos colaboradores, les debo los hallazgos de este trabajo y la materia
prima con la que lo nutrieron. Lo tendrán como aporte para discusión interna.
Porque de ellos tengo más de 80 horas de diálogo sobre la política argentina y
sus problemas. Mención especial quiero hacer a Sabrina Ajmechet, Horacio
Barreiro, Cristián Benson, Maximiliano Campos Ríos, Javier Correa, el mismo
Miguel De Luca, Esteban Lo Presti, Diego Martínez, Mariano Montes, Pablo
Juliano, Lilia Puig de Stubrin, Juan Rodil, Noelia Ruiz, Gonzalo “Gogo”
Sarasqueta, Fernando Manuel Suárez, Luis Tonelli, Saúl Ubaldini (h), Abelardo
Vitale y Nahuel Welly. Todos ellos facilitaron contactos para las entrevistas,
confiaron su reputación en este proyecto y en esta persona. Todos ellos, una
multipartidaria completa.
Por último, no quiero
dejar de agradecer a dos personas que estuvieron presentes en todo este
proceso. En gran parte de los 5 años que llevó este trabajo de investigación
encontré dos socias con las que no solo comparto la misma pasión geddesiana, sino que también son
excelentes compañeras de vida. Con Paula “Paduis” Clerici y Lara “La Gringa”
Goyburu he crecido académicamente más de lo que hubiera imaginado. Discusiones
sobre teoría, hallazgos, casos concretos y nuevos métodos para estudiar las
coaliciones. Encima de este lastre que acarrean, ambas se tomaron el tiempo de
leer las versiones preliminares de esta tesis doctoral. También lo hicieron con
la de maestría. Fiel a su estilo obsesivo-detallista, anotaron cada coma de
más, cada idea descolgada y cada exageración propia. Hasta las veces donde la
redacción parecía más blog que
ciencia empírica aplicada. Cosas de todos los días que a uno le pasan. Por
suerte alguien inventó el “Control de Cambios”. “Paduis” me desafió en los
primeros borradores a hacer una buena metodología y a responder interrogantes
sobre casos que poco han sido estudiados. Con “La Gringa” Lara empecé a
entender a la Unión Cívica Radical, con mucho café, alguna bebida vitivinícola
e infinitas charlas. Ella, igual, todavía tiene tarea por delante.
Mis amigos, “los pibes”
y “los pibes de básquet”, también tuvieron mucho que ver en esta evolución
académica. Para quienes ser becario te permite seguir la Champions League y
levantarte tarde, esta investigación les da para leer algo de lo que se hace en
CONICET. Apoyaron cada paso que di desde el primer día que les conté que dejaba
mi trabajo y me iba a dedicar a investigar. Seguro genere debates en el próximo
asado. Pero salvando la grieta.
Para el final queda la
dedicatoria. Mi familia nunca pudo zafar en todo este proceso, por eso se lo
merecen. Mis viejos, los socios mayores Carlos y Adriana, y mis dos hermanas,
las socias menores María y Pilar. Con esta coalición por penetración territorial llegamos de Mendoza en los albores del menemismo y en la incipiente formación
del FREPASO. Muchos dicen que hay cosas que de pibe te marcan mucho. Bueno, en
ese gran cambio que tuvimos nosotros 5 mucho tiene que ver la selección de uno
de los casos. El otro caso, tiene otra historia. Cuando les dije que luego de
la primer tesis se venía una segunda, respiraron aliviados: ya no estaba
viviendo con ellos. Pero siempre estuvieron presentes. Nunca cambiaron las reglas.
Es algo que aprecio mucho.
Porque, en definitiva, me parece que todo es un
proceso coalicional. Yo dije que era pesado con el tema. Pero piénsenlo así. En
cada paso que uno da para pensar en el siguiente, siempre precisa de un socio.
Los 5 años que disfruté de investigar gracias al CONICET aprendí eso. Yo tuve
la fortuna de contar con todos ellos.
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